martes, 14 de julio de 2009

A mi hijo

A mi hijo:
Anidando en el sembrado de mis manos
te dormías… como la alondra en las siestas veraniegas,
tú… levantabas la carita para mirarme,
yo… te besaba la frente,
y cerrabas los ojitos
sabedor de estar protegido.
Ahora ya casi vuelas en tu propio cielo y,
me cuesta acostumbrarme,
casi que me da miedo, cuando me dices hasta luego,
No, por tu destreza… si no, por la imprudencia de esta vida.
Trasnochadas temblorosas espero tu regreso,
y cuando siento el crujir de tu puerta,
mi corazón desacelera los minutos del silencio,
y mis alas… reposan.

Para mi hijo,, que la vida lo trate bien.

F. Rubio

lunes, 13 de julio de 2009

Perdido :

Perdido :

Cansado de vagar sin norte
gastando mis albarcas de pita.

Perdido, y sintiéndome observado
por corvidos déspotas.

Por fin una puerta que se abre,
una luz en el camino,
un quicio donde sentarme.

Por fin, una voz conocida,
un manantial donde saciar mi sed 
y sanar las heridas.

Un pozo de samaritanos de la palabra
que no recelan del forastero
examinando sus ropas andrajosas
y su rostro cansado.

Ya no me quedaban recodos 
donde mirar,
ni piedras que levantar.

Cada paso se espinaba de guijarros
haciendo de mis pies… 
llantos que cegaban mis andadas.

Por fin llegue a mi destino,
un lugar donde la lluvia se hace sonido,
un paraíso donde siembran las palabras
y se recogen semillas de caricias
con el cuenco de tus manos.

Por fin os encuentro… ya puedo descansar.



F. Rubio

domingo, 14 de junio de 2009

Madrugar día tras día,


Madrugar día tras día,
 



Madrugar día tras día
para engendrar ojeras
de lustros despertares
sin brillos ni alegrías,
Tan solo unos marcados
rasgos de ingrato cansancio.

Hormigonadas madrugadas
dormitando en mi diario
y un salario venido a menos
tiritando en el frío plástico
de una tarjeta anoréxica.

Insomnios de hambre atrasada
postrada en carros de rejas,
En trenas de hipermercados
encarecidos por ogros insaciables
sedientos de beneficios activos.

Madrugar día tras día…,
¿para qué?..
Si al final sigo tan pobre,
Que mi estomago no lo nota
y mi tarjeta no engorda.

F. Rubio

Aliento de vida.


Aliento de vida.

Negros corceles que vuelan
y siniestros cascos que se clavan
en las cabañas del cielo,
que en deformes llamas arden.
Un ángel agitó sus alas
sobre el laberinto de la montaña 
y la madre dormida en el tiempo
creó el aliento de vida
abriendo su vientre de lava,
y los efluvios carnales paridos
se vuelven vaporosos llantos

para los nacidos mortales.
F. Rubio

miércoles, 10 de junio de 2009

Los tres amigos


Los tres amigos.

Cada tarde salen paseando su mirada,
caminando con su compañero el bastón,
Su fiel apoyo… su atril de penas.

Llega hasta su ultima esquina para sentarse en un banco,
a contarle historias a su sombra,
su inseparable amiga, su sufridora callada,
¡esá..! que nunca le engaña, 
y escucha en silencio sus palabras.

Camino amigo, camino hecho,
Entre los tres lo andan, entre los tres lo acaban
No se contradicen, el hombre pone frases a su pasado,
Su bastón lo escucha, 
y la sombra... calla.

Como cada tarde, cuando va llegando la noche,
Los tres vuelven sobre sus pasos
desgastando esquinas ya conocidas,
Mañana volverá a su paseo, con su pilar de palisandro
y su tertuliana sombra, 
que sorda lo mira… pero nunca lo abandona.

Como cada tarde los tres amigos se sentarán en el parque,
El anciano contará recuerdos, el bastón descansará sus años,
y la sombra dormirá en silencio escuchando los rumores viejos.

F. Rubio

La muerte y otras sorpresas: un pedacito de cielo escrito por Mario Benedetti

El otro yo

Se trataba de un muchacho corriente: en los pantalones se le formaban rodilleras, leía historietas, hacía ruido cuando comía, se metía los dedos a la naríz, roncaba en la siesta, se llamaba Armando Corriente en todo menos en una cosa: tenía Otro Yo. 

El Otro Yo usaba cierta poesía en la mirada, se enamoraba de las actrices, mentía cautelosamente , se emocionaba en los atardeceres. Al muchacho le preocupaba mucho su Otro Yo y le hacía sentirse imcómodo frente a sus amigos. Por otra parte el Otro Yo era melancólico, y debido a ello, Armando no podía ser tan vulgar como era su deseo. 

Una tarde Armando llegó cansado del trabajo, se quitó los zapatos, movió lentamente los dedos de los pies y encendió la radio. En la radio estaba Mozart, pero el muchacho se durmió. Cuando despertó el Otro Yo lloraba con desconsuelo. En el primer momento, el muchacho no supo que hacer, pero después se rehizo e insultó concienzudamente al Otro Yo. Este no dijo nada, pero a la mañama siguiente se habia suicidado. 

Al principio la muerte del Otro Yo fue un rudo golpe para el pobre Armando, pero enseguida pensó que ahora sí podría ser enteramente vulgar. Ese pensamiento lo reconfortó. 

Sólo llevaba cinco días de luto, cuando salió la calle con el proposito de lucir su nueva y completa vulgaridad. Desde lejos vio que se acercaban sus amigos. Eso le lleno de felicidad e inmediatamente estalló en risotadas . Sin embargo, cuando pasaron junto a él, ellos no notaron su presencia. Para peor de males, el muchacho alcanzó a escuchar que comentaban: «Pobre Armando.Y pensar que parecía tan fuerte y saludable». 

El muchacho no tuvo más remedio que dejar de reír y, al mismo tiempo, sintió a la altura del esternón un ahogo que se parecía bastante a la nostalgia. Pero no pudo sentir auténtica melancolía, porque toda la melancolía se la había llevado el Otro Yo.

he puesto este pequeño cuento del maestro para seguir recordando lo mucho que nos deja en nuestros corazones.