domingo, 8 de junio de 2008

Mi ángel...Mi mujer.

Mi ángel...Mi mujer.
Andaba perdido en la bruma del camino
sin sentido de la vida
y como un ángel apareció ella,
la luz que guía mi barco para que no encalle
en las arenas del olvido.
Ella es el faro de ternura que me alumbra
y la pena arranco de mí ser,
para poner velas a mi playa de amargura
y convertirla en el coral rojo del amor.
Ella es el viento que me empuja a navegar
y me ayuda a levar anclas,
poniendo rumbo a la costa de su piel.
Ella es la línea que me marca el horizonte
de su mirada cuando despierto cada amanecer,
como la quiero,
sin ella moriría perdido otra vez ,
en la niebla de la noche más negra.
Por eso es ella, siempre ella,
Mi ángel… Mi mujer.
F. Rubio
A mi esposa que la quiero.

sábado, 7 de junio de 2008

Volvere


Volvere:

Oh cielo...
que amaneces junto a mi amada,
dile, que pronto la veré,
añoro sus caricias, sus besos, su mirada
y a despedirme no volveré,
pues la pena me embarga el corazón,
Oh luna...
que besas su cara dormida,
alumbra mi desesperación,
porque a mi lado sola esta la almohada
y se me rompen las venas de la razón,
Oh estrellas...
candiles de madrugada,
guiadme hasta su abrazo embriagador,
para poder besarla,
pues sin su amor...
yo muero de dolor.


F. Rubio

viernes, 6 de junio de 2008

La pequeña rosa


 
 
 
 
La pequeña rosa dormida:Una tarde sentados al abrigo de la mesa camilla, un pequeño brasero calentando los pies escondidos bajo la humilde mesa, sobre la cual había un mantón bordado con flores de azucenas, que semejaban salirse de la hermosa tela, para florecer en la estancia medio alumbrada de la casa. En el aire flotaba un aroma a rosquillas de azúcar recién hechas por las manos suaves de la abuela, que sentada junto a la mesa con sus cansados ojos tras los cristales gastados de sus gafas, comienza a contarnos historias y cuentos, que la vida le ha dejado en sus canas blancas de dulce apariencia. Y dice: Había una vez.  Una niña muy pequeña de tez blanca y pelo moreno ensortijado, ¡muy hermosa! pero también pobre… Pero que muy pobre, que estaba cuidando un rebaño de cabras en la ladera de un monte muy cercano a estos parajes. Un día muy caluroso, al calor del mediodía, quedó dormida por el cansancio que suponía para su pequeño cuerpo, el trabajo acumulado, y sobre la hierba, acomodó su frágil silueta, para sumirse en un profundo sueño. Y empezó a soñar que era como las golondrinas de la primavera, y volaba por encima de las montañas, para luego bajar al rio, y con su pico, recoger el barro para formar su nido, Bajo los tejados de las casas del pueblo, donde la pequeña pastora nació. Con su vuelo se acercó a la ventana de una casa, y a través de los cristales, observó como unos muñecos hechos de trapos viejos, con agujas de oro e hilo de plata, bordaban un manto, para una señora bellísima, de apariencia angelical, que sonreía mientras veía asomada a la ventana, a la frágil golondrina. Aquella señora, tenía una luz resplandeciente, y se acerco a la cara de la golondrina para darle un dulce beso, y susurrarle con voz muy dulce al oído… Pequeña golondrina, vuela alto, y tráeme con tu pico, una rosa blanca que duerme en la montaña, pero ten cuidado, no las vallas a despertar, pues podría perder su hermosura de blanca porcelana. La golondrina alzó su vuelo y con sus alas azules de primavera, atravesó el cielo para buscar la rosa dormida en la montaña, y la cogió con su pico sin apenas rozarla, para no perturbar el sueño de la pequeña rosa. La golondrina depositó la blanca rosa con amor sobre las manos suaves de la señora, y esta… Acariciando sus pétalos blancos como las nubes, la puso dormida sobre una cama de mullidos cojines de lana nueva y la tapó con el bello manto que los muñequitos habían bordado. Y susurrándole al oído con suaves murmullos; Le dijo: mañana despertarás siendo la niña más feliz de la tierra, pues crecerás, te casarás y tendrás un marido honrado, que te amará ante todas las cosas. Y serás madre de unos niños preciosos y cuando tus hijos sean mayores, te darán unos nietos encantadores, que oirán con atención las historias que tú les cuentes. Y sentados al refugio de una mesa camilla, soñarán que son golondrinas de primavera, para volar hacia el cielo de la alegría, y jugar con una rosa blanca dormida en la montaña. Que les contará cuentos, y les hará rosquillas de azúcar.

F. Rubio

jueves, 5 de junio de 2008

La memoria de la noche


La memoria de la noche:

La luna llora pétalos de estrellas
y con sus lágrimas… ilumina el agua…
el agua… del rocío del alba.
Mi amor no despierta sin cielo,
pero me deja de madrugada,
no cierres las ventanas… quiero sentir…
sentir….como mi corazón te reclama
con las brumas de la mañana.
Mi aurora se ha vuelto descuidada,
pues no tiene…. de la noche la memoria,
los sueños se apagan como una flor deshojada
que marchita el brillo de tu mirada,
pétalos de estrellas… la luna lloraba…
lloraba la luna... por la noche sin memoria.

F. Rubio

domingo, 1 de junio de 2008

Viejo trovador





Viejo trovador

Paseando por senderos trazados
por las huellas de los amantes,
mirando los corazones tatuados
en la corteza de los arboles,
me encontré como un viejo trovador
que paseaba enamorado
entre las hojas marchitadas
por el otoño lánguido del tiempo,
sintiendo el murmullos de las piedras
que a mi paso me contaban
historias de primaveras adormecidas
en el crisálido letargo de la vida,
que se apagaron escondidas
tras las tiernas caricias de la adolescencia
furtiva de besos entrelazados
por los labios de las estaciones del amor.
Amor que respiran las flores,
con susurros de viento perfumado,
explicando a mis oídos los recuerdos
que vivimos tras la sombra de la vereda
de nuestros cuerpos desnudos,
como levitando en los brazos de Morfeo
y soñando lo sentido sobre el manto de la hierba.
Me viene a la memoria el perfume de tu pelo
que como fragancias inolvidables
que no se perturban al tacto de la suave lluvia
que va calando mi alma,
como si fueran heridas que no cicatrizan,
porque sangran la savia del árbol
donde nuestro amor quedó grabado
y se hace eterno,
hoy recuerdo en mí,
el paseo de mi memoria ya cansada
y me siento en la piedra fría,
para contemplar esas letras
que mi mano puso en el árbol de nuestra vida.



F. Rubio

La amistad




La amistad:
Un día encontré la amistad,
en un rinconcito escondida,
lloraba de pena…
Pues estaba triste,
se le rompió lo que tanto quería,
ser amiga del mundo,
compartir los deseos de todos
y cubrir el corazón de la gente,
con velos de seda fina
y abrazos bordados,
con hilos de besos
y encajes de caricias.
Amistad no te sientas triste,
pues mi alma rompes,
no quiero escuchar tu llanto
y si tu sonrisa alegre de niña,
se fuerte y crece,
enséñanos a florecer,
como las flores bellas
del jardín del edén.
No pongas la enemistad en tus manos,
se mi amiga
y reparte conmigo alegrías,
como copos de estrellas blancas,
para que la vida sea luz
y el sentimiento puro.

F. Rubio