He abierto la desnudez
de mi pecho al olvido,
la herida de tu apenada ausencia,
me golpea recordándome
que me lo diste todo.
La oscuridad me culpa
y de repente me hace caer,
Sucumbir en un eterno abismo
zarandeándome con desgarros
y jirones.
El dolor muy adentro me destierra
en sordos ecos de solsticios sombríos
lejanos e infinitos que sucumben
al deseo de todo lo que vivimos
y nunca pude devolverte.
Es por eso que tu ausencia me ciega
siendo capaz de hacer que muera
por todo aquello que perdimos
sin saber que tú me lo ofreciste
y no lo supe ver.
F. Rubio (c)