La suavidad olvidada:
En la dársena
están fondeando mis manos,
de sus gastados huesos,
las están desguazando.
Antes,
hábiles recolectoras de caricias
que posaban nenúfares
en las fases de la luna.
Exploraban nuevos mundos,
ávidos de censura
en los taciturnos reversos
de fragancias sensitivas.
Trazaban con sus dedos,
círculos placenteros
en aréolas de la noche
con máscaras clandestinas.
Ahora,
temblorosas y secadas en dudas,
sombrean paraísos
escondidos en sus ojos.
Y a tientas,
buscan en cajones usados,
las huellas perpetuadas
por el polvo desecado.
Y alguna brizna
de juventud que olvidara
en la madera sin barbecho
y el musgo petrificado
con alma de fósil extinguido.
Bajo la epidermis,
labrada por el tiempo
escarban abruptas
grietas en su memoria,
como la azada levanta la tierra
para oxigenar la próxima siembra.
Pero el cauce ennegrecido
y seco de mis venas,
impide los ágiles saltos
del fluido torrentoso,
y el tacto apenas distingue ya,
la suavidad,
de lo áspero.
Manos yertas,
que esperan ser ungidas
por bálsamos olorosos,
en su eterno descanso.
F. Rubio ©
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