Cartas bajo el pisapapeles:
Tu cerraste la puerta sin mirar las lágrimas,
y detrás de tu corriente
escapan buscando el pañuelo
de una historia inacabada.
Yo quedé perdido y ausente,
de espaldas a la mirada de tu recuerdo,
y en mi escritorio, los latidos, y el rastro
de tus manos,
hacen de callado publico;
Esperando el duelo de espada contra espada,
que mi abrecartas tiene con los sobres
dejados bajo un pisapapeles triste,
aplastando sellos de carmín,
y remites impregnados de palabras
grabadas con la pluma enamorada
con la que escribiste
en el jardín de tus sueños.
Miro al lazo rojo que envuelve mi torpeza,
y le pido que retrase tu despedida,
que sea el carcelero de mis noches
perdidas en bares oscuros,
buscando el consuelo en besos extraños
que solo rellenan tus ausencias,
con amargo veneno fluyendo en mis venas,
y no me dejan ver el drama.
Guionando mi trágica amargura
de cuentos rotos sin finales,
ni esquelas de reencuentros
de reconciliados amantes,
entregados al furor encendido
de gotas caldeadas de olores,
y trémulas visiones,
moldeadas de embriagada pasión.
Yo le pido ha esas cartas amarillentas
olvidadas sobre la mesa
por mis amnésicas visiones,
que me lleven al tiempo extraviado,
y me muestren el camino de regreso,
concediéndome el perdón de tus labios
aun sabiendo que en el amor,
no cabe un ¡lo siento!.
F. Rubio (c)
y detrás de tu corriente
escapan buscando el pañuelo
de una historia inacabada.
Yo quedé perdido y ausente,
de espaldas a la mirada de tu recuerdo,
y en mi escritorio, los latidos, y el rastro
de tus manos,
hacen de callado publico;
Esperando el duelo de espada contra espada,
que mi abrecartas tiene con los sobres
dejados bajo un pisapapeles triste,
aplastando sellos de carmín,
y remites impregnados de palabras
grabadas con la pluma enamorada
con la que escribiste
en el jardín de tus sueños.
Miro al lazo rojo que envuelve mi torpeza,
y le pido que retrase tu despedida,
que sea el carcelero de mis noches
perdidas en bares oscuros,
buscando el consuelo en besos extraños
que solo rellenan tus ausencias,
con amargo veneno fluyendo en mis venas,
y no me dejan ver el drama.
Guionando mi trágica amargura
de cuentos rotos sin finales,
ni esquelas de reencuentros
de reconciliados amantes,
entregados al furor encendido
de gotas caldeadas de olores,
y trémulas visiones,
moldeadas de embriagada pasión.
Yo le pido ha esas cartas amarillentas
olvidadas sobre la mesa
por mis amnésicas visiones,
que me lleven al tiempo extraviado,
y me muestren el camino de regreso,
concediéndome el perdón de tus labios
aun sabiendo que en el amor,
no cabe un ¡lo siento!.
F. Rubio (c)