martes, 2 de marzo de 2010

La espera de una rosa muerta:


La espera de una rosa muerta:

Hoy, como cada tarde
 la he visto llegar,
se sienta sola
en un rincón a esperar.

Como cada tarde
 al perderse el sol,
ella está ausente,
esperando su amor.

El bolso en su regazo,
sus manos sujetándolo
y su mirada cándida,
como la vez que la besó.

Como cada tarde,
 lo espera tras el cristal
con la mirada perdida,
 en el café de la estación.

Los trenes pasan,
el reloj avanza
y ella, mira cada puerta,
cada vagón.

Cuando se paran,
cuando se abren,
cuando baja alguien,
da un salto su corazón.

Como cada tarde,
con lápiz y papel ,
sobre la fría mesa
escribe cartas a un amor.

Cartas que nunca le dio,
y que guarda
junto a la rosa muerta,
que un día el besó.

F. Rubio (c)



A Salamanca y al Tormes:




A Salamanca y al Tormes:

Bancadas de piedra cortando
la cabellera del río, peinan
arcos de historia y leyendas.
Caminos de adoquines negros
entre dos puertas abiertas,
paseos de enamorados
bajo farolas postmodernas.
Enciende el espejo la noche,
donde la luna baila sola.
Arte romano del río Tormes,
puente rendido al lazarillo
que canta a la lavandera
arrodillando la quebrada.
Mientras el peregrino pasa
dejando su huella impregnada
en la vía de la plata.
Puerta del río de Salamanca
que sus torreones abrazan
donde Fray Luis de León
Alzó muros de poesía,
y Espronceda sembró la orilla
de eternos amores cautivos.
Donde los pintores sueñan
que su catedral es el cielo,
y su río el camino lácteo
del universo salmantino.


F. Rubio (c) 

lunes, 8 de febrero de 2010

Por ti, seré el sacrificio:




Por ti –
 Seré el sacrificio,
en el ritual de tu vientre incandescente.
Yo seré-
 El ágape ofrendado a tus caricias
un manjar de lujuria sacrificado a tu carne,
sin temor a evaporarme en suspiros,
como el agua en el calor de tus besos.
Yo me ofrezco-
 A ser devorado en abrazos sumisos
como el macho de la mantis religiosa.
Te dejo mi vida-
 Y eternizo mis sentidos,
en copulas eternas de noches nupciales.
Yo te serviré-
 En las cabalgadas torrentosas
de tus estremecimientos desbocados,
como un potro retorciéndose bajo tus espuelas,
agarrado al nácar almidonado de las sabanas.
Yo sucumbiré-
 A tus deseos caudalosos
en el fango terrenal moldeado por ti,
con sincronizadas envestidas de aliento
 en las simas de tu selva humedecida.
Yo seré-
 El que sacie tu sed de amor.

F. Rubio



domingo, 7 de febrero de 2010

Mañana lo dejo:


Mañana lo dejo:
Como el meandro de un rio,
giras y te marchas dándome la espalda,
no vuelves la mirada atrás
para que no te vea llorar,
pero el espejo de una nube
derrama perlas de sal en cada paso
que te aleja de mi puerta.

Te vas perdiendo poco a poco
Entre el atardecer, el humo de los coches
Y los chopos grises de la acera,
al doblar la esquina,
ya ni el olor a tu cuerpo me llega.

Miro mis manos: en ellas,
Apenas quedan cien hojas de un diario
escrito en la tristeza de madrugadas en vela.

El diario de un noctambulo camarero
cansado de servir copas,
a putas y borrachos salidos,
en un antro donde se beben sus depresiones,
o ahogan su amargura entre whisky
y lencería gastada por el uso y el roce,
en los asientos traseros de los coches.

Otra noche más, otra madrugada caminando
hacia una cama desierta,
donde ya no habita el calor,
ni el perfume a noches despiertas.

Se marcharon calle abajo
dejando sus lágrimas de cristal,
cansadas de esperar promesas
de un, -mañana lo dejo-.

F. Rubio


jueves, 4 de febrero de 2010

Se olvidó de volar.


Se olvidó de volar.

Rompió a llorar la golondrina, 
cuando se quedó sin barro para tejer su nido.

Sus alas que surcaban mis primaveras
se cansaron de dibujarme el cielo.

Se puso a llorar la golondrina,
cuando se helaron las flores
Y vio que había perdido el rumbo
entre el desierto y la nieve. 

Se olvidó de volar hacia el sur,
enamorada de un sueño 
que preñó su canto 
posada en mi ventana.

Se olvidó de volver de noche a su cama,
Se olvidó: que en el norte,
las noches de invierno son frías y largas.

Y lloró la golondrina,
sabiendo que no volvería
a anidar bajo mis pestañas.

Y llora la golondrina,
porque no podrá volar entre mis ojos y el sol.

Se le han secado las alas, 
dormida en el beso de un invierno.


F. Rubio

lunes, 4 de enero de 2010

Costa brava:


Costa brava:
Agitando sus alas,
una paloma azul…
Sembró en ti la mañana.
Y acercándose al sol,
Dio luz de oro
 a tu arena refinada.
Un pino verde
que la miraba,
Extendió sus ramas
E hizo de ti,
una diosa perfumada.
Verde el pino
que te dio nombre
de mar brava,
Azul la paloma
que sus alas agitaba.
De las hojas del olivo,
Te dieron las olas plateadas.
Azul y dorada,
verde y plateada.
¡Costa del mediterráneo!
¡La mar de mis entrañas!

F. Rubio



martes, 22 de diciembre de 2009

Jugando a enamorados.




Sentados en el cielo
soñamos ser ángeles,
jugando a enamorados,
te miro…
y adivino lo que siempre
soñamos ser.
Dos almas eternas
en un solo corazón.
Dos polos que se atraen
en un mismo beso.
Dos ritmos distintos
en la misma canción.
Sentados en el cielo,
bailándole al sol,
tu cara junto a la mía
formando un crisol,
fundiendo los sueños
en historias de amor.
Uniendo los cuerpos
creamos universos
de infinita pasión,
y los destellos de la obsidiana,
bendicen nuestra unión.
Sentados en el cielo...tu, y yo.



F. Rubio

martes, 8 de diciembre de 2009

La rebelión de los claveles (haikus)



liberación.
amarse sin temores
sin condiciones

desconocidos.
en un mundo de guerras
y en el amamos

sangran claveles.
soldados y civiles
por ti se mueren
F. Rubio

lunes, 7 de diciembre de 2009

La Sherezade del pañuelo.



La Sherezade del pañuelo.

La vida a veces parece un cuento
y nos deja mil y una historia,
que pasa ante los ojos cada día
entre asfalto, jardines 
y solares derruidos, 
llenos de escombros, semáforos y flores 
una sherezade reparte diarios, 
y pañuelos desechables,
 para poder pasar los días
y algunas noches,
ante una fogata vestida de harapos.
Morena en apariencia, 
o quizás la cara sucia
del humo de los tubos de escape,
pero una princesa,
 en su fuente imaginaria,
que dejó atrás su casa 
con la ilusión de volver algún día a su tierra,
y sacar a su familia de la pobreza.
Brega cada mañana,
 acercándose a las ventanas de los autos
ofreciendo un paquete de pañuelos,
si se lo compras, 
sonríe, 
y te da las gracias agachando su rostro.
Ojos negros y piel morena, 
como sacada del cuento,
Sin alfombra mágica, 
tan solo unos cartones 
evitando las húmedas noches
 en el desierto, 
de una ciudad extraña.
Semi apagada la hoguera,
sueña con luces de ámbar, 
rubíes,
 y verdes esmeraldas.
Aparcada en una isleta de la calzada,
entre caravanas de ruido, 
que no de seda.
La sherezade del semáforo, 
me cuenta una historia sin final,
esperando un euro por su pañuelo,
y que mañana,
 vuelva a pasar por su palacio de cartones 
alfombrando su jardín persa, 
de césped mal cortado
y adoquines de piedra,
como si el Rey Shariar, 
su cuento escuchara sin final,
día tras día, en su paso de peatones,
de no sé qué ciudad.

F. Rubio



domingo, 6 de diciembre de 2009

Las camelias olvidadas


Las camelias
olvidadas.

Las camelias olvidadas.

En una mesa de caoba,
un ramo de camelias olvidado,
blanco impoluto,
como el amor del que lo regaló.
El aire lo está secando
por no encontrar el jarrón destinado.
Ramo inoportuno, quizás tardío,
acompañado de una carta
de tierna dedicatoria.
Llora en la estancia vacía,
la cinta que lo abraza,
no pudo sentir el calor de sus manos,
ni el aliento de sus labios,
ella palideció de amor
creyendo que la habías olvidado,
sucumbió a la tristeza incorrespondida.
Camelias que se secan,
camelias que lloran la distancia.
Ahora,
alguien me escribe una carta humedecida.
Diciéndome,
que partiste una madrugada
con los ojos entornados
y lagrimas en tus mejillas.
Que me llamaste amor,
pero no hallaste respuesta.
Que tu corazón se negaba
a parar en el recodo del olvido,
y que gritaste mi nombre
al silencio de los ecos,
convirtiéndolo en latidos.
En besos al aire,
en abrazos perdidos.
Me dice,
que sangró tu pecho,
y una rosa roja tus labios parecían,
cuando besaste por última vez
una foto mía que abrazabas
en el lecho donde tú morías.
Lloran las camelias, llora la cinta,
y en mi pecho una rosa roja queda
herida de amor y ausencia.
Que daría yo por cambiar el tiempo
y darte de nuevo la vida.
Recobrar lo perdido,
poder vivir el amor junto a ti,
y esconderle a la muerte
el camino a tus manos.
Ofrecería mi alma al infierno,
para que tú besaras mis flores,
que olvidadas quedan…
en una mesa de caoba.

F. Rubio ©