domingo, 20 de septiembre de 2009

Cien lunas y cien espejos.


Cien lunas y cien espejos.

Cien lunas en el reflejo del cielo,
Estrellas fugaces paseando destellos,
Y la cola de un cometa prendida en tu pelo,
Que imagen de diosa de los fuegos eternos y bellos.

En el reflejo del cielo cien espejos,
Mi mirada embelesada de tu hermosura,
Y las acuarelas de la noche parpadeándote a lo lejos,
No hay lienzo mas perfecto,
Tu desatas mi locura.

En el cielo, cien espejos y cien lunas,
Y en mi lecho la mujer que me ama,
Ni los cielos, ni las lunas, 
ni tan siquiera los espejos del azul de la mañana,
son tan sublimes, ni tan eternos,
como el retablo de tu cuerpo dibujado en mi cama.

F. Rubio

viernes, 18 de septiembre de 2009

Detrás del cristal.

 

Detrás del cristal.

Sumido en un profundo abismo
humedeciendo mis mejillas
sin encontrar un pañuelo
para secar los mares de lamentos
así veo pasar las tardes
tras los cristales empañados
de corazones
que gota a gota
van cayendo sobre la madera
del marco
hasta podrir sus entrañas
dejándome tan solo en compañía
del humus que infecta de olvido.

El tiempo no se detiene,
auque parece ser mas lento… mas largo.

Mientras mis dedos, mis manos,
y hasta mis labios
se van agrietando entre paredes
desconchadas de tu aliento
deshojando el ladrillo,
deshojando mi tiempo,
creando un desierto en mi adentro,
sin agua, sin vida,
muriendo tras el cristal de un invierno.

He tratado de golpear la luz con mis nudillos
para ver el otro lado de la ventana
y se hunden mis fuerzas
al no encontrar el espacio
donde creía haber dejado
nuestras huellas grabadas de rosas y primaveras.

Y despierto otra vez en la silla,
llorando con el crujir de la vieja madera
que me devuelve a la realidad
de lagrimas resbalando por mis mejillas
y el viejo marco de mi ventana cerrada
 sombreando de tristeza mi alma
y mojando de soledad mi mirada
sentado al borde de tu ausencia.

F. Rubio

viernes, 11 de septiembre de 2009

Quisiera ser un chiquillo:


Roberto Carlos, de lady Laura.

Tengo a veces deseos de ser
Nuevamente un chiquillo
Y en la hora que estoy afligido
Volverte a oir
De pedir que me abraces y lleves
De vuelta a casa
Que me cuentes un cuento bonito
Y me hagas dormir

Este pequeño poema a mi niñez

Quisiera ser un chiquillo:

Cuantas veces he querido 
volver a ser un chiquillo
y sentir en mis sueños 
lo que un día perdí.

Cuando juntos paseábamos 
por calles de tierno amor
besándonos las mejillas 
con labios de infantil carmín.

Cuantos momentos quisiera 
volver a vivir junto al asiento
de aquel pupitre callado 
escondiendo las manos 
de niños enamorados.

Hoy quisiera volver 
a ser un chiquillo, 
y sentir a mi lado 
sonreír tus pensamientos, 
mi lady, mi tierna muñeca rubia 
con ojos de mar
mirando en el interior de mi corazón.

Hoy quisiera volver a la niñez 
para tener a mi lado aquel joyero 
de lagrimas de perlas derramadas
Cuando al acabar la clase, 
con besos de amor me decías, 
hasta mañana mi niño, mi amor.


F. Rubio


viernes, 28 de agosto de 2009

La obra inacabada ( Alegoría homérica )



La obra inacabada ( Alegoría homérica )

Era ya tarde cuando cogió su pluma
sentándose en un banco de caoba,
escribía el verso, que nacía en ciego,
oscurecido por los montes de Pion,
que engullían al mas grande Helios,
para dejar paso a la diosa Selene,
en la danza nocturna sobre el teatro
del creador padre océano, fecundador
de ríos paridos por la madre y diosa Egea.

El trovador cantaba su poesía quedada,
mientras su prolifera mano gravaba
la historia de un marino enamorado
de la aventura, padre de los delfines,
y amante de las sirenas de Poseidón.

El lazarillo quitole las sandalias,
para lavar sus ancianos pies ya cansados
de odiseas, y caminar de guerras
entre hermanos de espadas ensangrentadas,
con la misma sangre de la vid del Partenón.

El juglar, unta sus manos en agua
perfumada de rosas, y levantándose,
apoya su brazo sobre un recto bastón,
y con la voz ya rota por tragar tanta
hipocresía, le recita al joven lazarillo,
un poema de presagio marinero.

( Las olas cubrirán sus velas,
y las costas de mi tierra
perecerán, y quemaran la sal
de mis templos… las piedras.

El fuego será agua roja,
y no habrá sangre, será ceniza,
los seres serán el barro caliente
que sin moldes de manos,
cocerán fuera de los hornos.

Y la montaña gritara ha Zeus,
y Artemisa, Thera enterrará
al minotauro, y el Egeo llorará
por sus hijos, los ancianos de las cicladas,
no tendrán la sepultura esperada.)

Acabando el poema, el poeta,
quedo callado, y todavía su obra
se comenta en el Partenón derrumbado.

F. Rubio

jueves, 27 de agosto de 2009

Cuando nadie me ve



Cuando nadie me ve, dejo que desborden mis lagrimas sordas,
que no sientan el agudo tono, ni el dolor que sufro a solas.

Cuando nadie me ve, siento clavada la puya del olvido,
rompo las calmadas olas, y en mi pecho pierden el sentido.

Cuando nadie me ve, relleno de gritos, espacios vacíos,
trato de ahogarme en suspiros, muerdo los rincones hastíos.

Cuando nadie me ve, exploro simas ocultas en mi amargura,
escalo cumbres de sollozos, y surco versos de ternura.

Cuando nadie me ve, hago blanco en la diana de mis ojos muertos,
echo a volar un avión de papel, lleno de rotos recuerdos.

Cuando nadie me ve, las miradas que no supiste ver, mueren,
dibujo un corazón, y borro los momentos que mas me duelen.

F. Rubio

lunes, 24 de agosto de 2009

Un par de analgésicos



Un par de analgésicos, no curan mi dolor
ni el agua bendita en dispensador de jabón
que pena, el mundo se nos muere, y la conmoción
descubriendo mares, y ahora es mas sabedor

Que del cerdo, no solo tenemos su jamón
también sus enfermedades, es –contagiador-
una gripe universal, que mata sin pudor
que ironía, apreciamos su carne de lechón

Y la ciencia buscando, en el libro la lección
nuestros antepasados, vivieron su pavor
Dicen son inmunes, y mueren sin reacción

los médicos no encuentran llegar a solución
¡Dios mío! ¿Que pasa ha este mundo?, por favor
rezaremos, ¡haber si nos salva la oración!

Este soneto es de miedo, pues ni San Simón
tan siquiera el santísimo padre redentor
Nos libra del aire, estamos llenos del temor.

F. Rubio