domingo, 7 de febrero de 2010

Mañana lo dejo:


Mañana lo dejo:
Como el meandro de un rio,
giras y te marchas dándome la espalda,
no vuelves la mirada atrás
para que no te vea llorar,
pero el espejo de una nube
derrama perlas de sal en cada paso
que te aleja de mi puerta.

Te vas perdiendo poco a poco
Entre el atardecer, el humo de los coches
Y los chopos grises de la acera,
al doblar la esquina,
ya ni el olor a tu cuerpo me llega.

Miro mis manos: en ellas,
Apenas quedan cien hojas de un diario
escrito en la tristeza de madrugadas en vela.

El diario de un noctambulo camarero
cansado de servir copas,
a putas y borrachos salidos,
en un antro donde se beben sus depresiones,
o ahogan su amargura entre whisky
y lencería gastada por el uso y el roce,
en los asientos traseros de los coches.

Otra noche más, otra madrugada caminando
hacia una cama desierta,
donde ya no habita el calor,
ni el perfume a noches despiertas.

Se marcharon calle abajo
dejando sus lágrimas de cristal,
cansadas de esperar promesas
de un, -mañana lo dejo-.

F. Rubio


jueves, 4 de febrero de 2010

Se olvidó de volar.


Se olvidó de volar.

Rompió a llorar la golondrina, 
cuando se quedó sin barro para tejer su nido.

Sus alas que surcaban mis primaveras
se cansaron de dibujarme el cielo.

Se puso a llorar la golondrina,
cuando se helaron las flores
Y vio que había perdido el rumbo
entre el desierto y la nieve. 

Se olvidó de volar hacia el sur,
enamorada de un sueño 
que preñó su canto 
posada en mi ventana.

Se olvidó de volver de noche a su cama,
Se olvidó: que en el norte,
las noches de invierno son frías y largas.

Y lloró la golondrina,
sabiendo que no volvería
a anidar bajo mis pestañas.

Y llora la golondrina,
porque no podrá volar entre mis ojos y el sol.

Se le han secado las alas, 
dormida en el beso de un invierno.


F. Rubio

lunes, 4 de enero de 2010

Costa brava:


Costa brava:
Agitando sus alas,
una paloma azul…
Sembró en ti la mañana.
Y acercándose al sol,
Dio luz de oro
 a tu arena refinada.
Un pino verde
que la miraba,
Extendió sus ramas
E hizo de ti,
una diosa perfumada.
Verde el pino
que te dio nombre
de mar brava,
Azul la paloma
que sus alas agitaba.
De las hojas del olivo,
Te dieron las olas plateadas.
Azul y dorada,
verde y plateada.
¡Costa del mediterráneo!
¡La mar de mis entrañas!

F. Rubio



martes, 22 de diciembre de 2009

Jugando a enamorados.




Sentados en el cielo
soñamos ser ángeles,
jugando a enamorados,
te miro…
y adivino lo que siempre
soñamos ser.
Dos almas eternas
en un solo corazón.
Dos polos que se atraen
en un mismo beso.
Dos ritmos distintos
en la misma canción.
Sentados en el cielo,
bailándole al sol,
tu cara junto a la mía
formando un crisol,
fundiendo los sueños
en historias de amor.
Uniendo los cuerpos
creamos universos
de infinita pasión,
y los destellos de la obsidiana,
bendicen nuestra unión.
Sentados en el cielo...tu, y yo.



F. Rubio

martes, 8 de diciembre de 2009

La rebelión de los claveles (haikus)



liberación.
amarse sin temores
sin condiciones

desconocidos.
en un mundo de guerras
y en el amamos

sangran claveles.
soldados y civiles
por ti se mueren
F. Rubio

lunes, 7 de diciembre de 2009

La Sherezade del pañuelo.



La Sherezade del pañuelo.

La vida a veces parece un cuento
y nos deja mil y una historia,
que pasa ante los ojos cada día
entre asfalto, jardines 
y solares derruidos, 
llenos de escombros, semáforos y flores 
una sherezade reparte diarios, 
y pañuelos desechables,
 para poder pasar los días
y algunas noches,
ante una fogata vestida de harapos.
Morena en apariencia, 
o quizás la cara sucia
del humo de los tubos de escape,
pero una princesa,
 en su fuente imaginaria,
que dejó atrás su casa 
con la ilusión de volver algún día a su tierra,
y sacar a su familia de la pobreza.
Brega cada mañana,
 acercándose a las ventanas de los autos
ofreciendo un paquete de pañuelos,
si se lo compras, 
sonríe, 
y te da las gracias agachando su rostro.
Ojos negros y piel morena, 
como sacada del cuento,
Sin alfombra mágica, 
tan solo unos cartones 
evitando las húmedas noches
 en el desierto, 
de una ciudad extraña.
Semi apagada la hoguera,
sueña con luces de ámbar, 
rubíes,
 y verdes esmeraldas.
Aparcada en una isleta de la calzada,
entre caravanas de ruido, 
que no de seda.
La sherezade del semáforo, 
me cuenta una historia sin final,
esperando un euro por su pañuelo,
y que mañana,
 vuelva a pasar por su palacio de cartones 
alfombrando su jardín persa, 
de césped mal cortado
y adoquines de piedra,
como si el Rey Shariar, 
su cuento escuchara sin final,
día tras día, en su paso de peatones,
de no sé qué ciudad.

F. Rubio